Impuestos a las tecnológicas ¿freno o catalizador de la riqueza?

0
83
Tecnologicas, Depositphotos

De unos años a esta parte, se ha abierto el debate sobre las tecnológicas y su relación impositiva con los países en los que operan, dado que la mayoría de la carga impositiva de empresas como Google (la cual ha dado nombre a la famosa tasa Google) se paga en los países dónde tienen la sede central de sus operaciones y no donde estas realmente ocurren. Por esto, no es de extrañar que intenten localizarlas en países con impuestos bajos. Por ejemplo, en Europa, las operaciones de Amazon en países como Alemania, Francia, España, Italia e, incluso, el Reino Unido tributan por Sociedades en Luxemburgo a través de Amazon EU.

Lo anterior no significa que no paguen ningún tipo de impuestos en los países en los que operan, ya que también tienen sede en los mismos. Amazon.fr para Francia, Amazon.uk para el Reino Unido o Amazon.es para España, este último país pagó 261 millones de euros (297,94 millones de dólares al cambio actual) en impuestos en el 2020, de los cuales más de la mitad corresponden a la propia Amazon y el resto a impuestos que recauda como intermediaria, como el IVA, además de los salarios que paga en cada país y que lógicamente ayudan a dinamizar la economía del mismo.

Ante la realidad de los números, existen fundamentalmente dos visiones enfrentadas. La primera considera aberrante el porcentaje de impuestos pagados, en relación con las ganancias, por considerarlo demasiado bajo. Y la segunda opina que la riqueza que las tecnológicas aportan a los países en los que operan no se limita a los impuestos que pagan, sino que muchas veces ofrecen servicios gratuitos para el usuario (como, por ejemplo, el browser de Alphabet, Inc., el cual es el más utilizado a nivel mundial) o directamente un servicio competitivo a buen precio (como es el caso de Amazon), además, por supuesto, de generar empleo.

La realidad impositiva actual

impuestos a las tecnologicas

Si uno se aleja de los extremos representados por un estatismo o por un liberalismo a ultranza, rápidamente se pueden encontrar razonamientos válidos cerca de ambas posturas en la escala de grises que se encuentra entre el blanco y el negro.

Por un lado, estas empresas aprovechan infraestructuras públicas para llevar a cabo su labor comercial (aunque ya existan iniciativas para crear sus propias infraestructuras privadas, como la constelación satelital de Starlink para proveer de internet de alta velocidad en cualquier lugar del mundo). Y, por otro lado, esas infraestructuras se han construido y se mantienen con el dinero extraído a la sociedad y a las empresas. Además, el liberalismo más escorado a la vertiente anarquista del mismo podría argumentar que, a falta de las infraestructuras, estas serían creadas por las mismas compañías, o incluso por la sociedad civil beneficiaria, sin necesidad de una burocracia que recaude y decida a donde se destina el dinero de los impuestos.

Pero, más allá de consideraciones teóricas, la realidad es que en la reunión del G7, celebrada en Cornualles entre el 11 y el 13 de junio del 2021, ya se decidió fijar un impuesto de sociedades mundial mínimo del 15 por ciento, por lo que, si los países que superan ese porcentaje, lo bajan hasta ese nivel las empresas tecnológicas (y el resto de multinacionales) ya no tendrán ninguna razón para no pagar ese impuesto en cada país en el que operen, independientemente de que consideren que los impuestos se gastan bien, mal o regular.

Por último cabe destacar que los avances en la dirección de aumentar la carga fiscal a las tecnológicas también pueden sufrir retrocesos, ya que en la Unión Europea varios países han dejado de aplicar la famosa tasa Google por lo poco que ha repercutido en la recaudación de impuestos, además de haber perjudicado a varios sectores que exportaban a los EEUU y a los cuales se les han aumentado los aranceles como expresión del malestar de las autoridades estadounidenses por la tasa o canon europeo.

En cualquier caso, el pago de esta nueva carga impositiva podría ser utilizada por las tecnológicas durante el 2022 como estrategia de marketing de cara a la imagen pública de las mismas. Si se hace el suficiente bombo de los impuestos pagados (ya que hay que pagar), ¿por qué no hacer públicas las cifras y utilizarlo como publicidad positiva?). Esto podría repercutir en la inversión o trading de acciones de las mismas, dado que una buena imagen podría impulsar un movimiento alcista y una mala imagen podría hacer lo contrario, aunque en caso de operar con acciones se deben analizar muchos indicadores antes de lanzarse a abrir una posición, dado que siempre habrá riesgo de perder el dinero, ya sea directamente en bolsa o mediante el trading de CFD, que añade además riesgos propios del trading online como el apalancamiento.